Consecuencias de no tener pandilla

16 Jul

FormNunca tuve una pandilla de amigos. Éste es uno de mis mayores traumas infantiles. Durante mi infancia y parte de mi primera adolescencia, viví en las afueras de la ciudad y siempre tuve como vecinos a personas mayores, sin hijos de mi edad.

Los colegios a los que fui siempre estaban lejos de casa y cerca del lugar de trabajo de mis padres. A los 10 años cambié de colegio por primera vez, lo que hizo que perdiera a todos mis primeros amigos. Estuve 4 años en el nuevo colegio donde conocí a mis segundos amigos que resultaron ser los más duraderos. Finalmente, a los 16 ingresé en el instituto al que había soñado ir desde pequeñita, pues mi abuela había estudiado allí y los valores educativos que se impartían eran de mi condición y de la de mis padres. Llegué a la universidad y mi pandilla de amigos seguía sin existir, aunque también allí me quedé con algunas amistades, y de las buenas.

Ya desde muy pequeña, mis padres intentaron apuntarme a un grupo de boy scouts.Tras mi primera reunión con ellos, me negué rotundamente a volver. Mis padres lo respetaron y no recuerdo que me insistieran en exceso en que hiciera lo contrario. A diferencia de mi hermano, no volví a aparecer por ese club d’esplai. Aun no sé si me arrepiento de ello o no.

Sí recuerdo, sobre todo en mi etapa adolescente, desear tener un banco en una plaza donde reunirme con esa pandilla que jamás tuve y tomar mi primera cerveza.

Regresando a mi presente, el otro día en una conversación rutinaria, una de mis compañeras de piso me dijo algo que me hizo recapacitar hasta el punto de reflexionar y plasmar hoy en mi blog dicho comentario. Me dijo que todos los amigos míos que ella había conocido durante este último año tenían algo especial. Y aunque yo lo sabía, nunca me había parado a pensar en lo diferente de cada uno. Sin duda, encontré adjetivos para todos y ninguno fue repetido.

A lo largo de mi vida, he ido seleccionando meticulosamente quién meter en mi círculo y nunca lo he hecho de forma tan consciente como ahora. Como buena mallorquina, como a muchos les gusta subrayar, no dejo que cualquiera entre en mi burbuja. Como buena piscis, mi sensibilidad no me permite abrir las puertas a todo el mundo sin aplicar filtros. De lo contrario, podría poner en peligro mi controlado equilibrio emocional. Por tanto, sin querer, he ido eligiendo los amigos que me hubiera gustado que formasen parte de esa idílica e inexistente pandilla.

Tras una confesión como la de hoy donde, de alguna forma, trato de abrir alguna puerta ventana, descubro un artículo muy acorde con el tema que estoy tratando. Se trata de una reflexión sobre un portal web llamado rentafriend.com que está teniendo cierto éxito en Reino Unido. El artículo se titula “Amigos de alquiler“, está publicado en la revista Yorokobu y escrito por Antonio Dyaz. Quizás aun estoy a tiempo de alquilar unos cuantos amigos para armar mi ansiada pandilla… (modo irónico ON).

En el texto se debate hasta qué punto es ético alquilar un amigo. Hoy en día, muchos jóvenes no tienen tiempo de ir “haciendo amigos” y tanto el tipo de trabajo que realizamos como los nuevos hábitos tecnológicos dificultan este tipo de interacciones hasta el punto de poner en duda qué es la amistad. Hasta el punto de pagar por los servicios propios de un amigo, servicios a los que aun nosotros (o al menos yo) asociamos como servicios gratuitos.

El artículo también pone énfasis en la soledad de estos tiempos. Las redes sociales nos permiten precisamente desarrollar nuestra habilidad social detrás de una pantalla pero, a menudo, al cerrar esa pantalla no hay nadie a nuestro lado.

¿Hasta qué punto es real? Podríamos entrar aquí en los niveles de amistad que surgen en estas redes. Yo tengo seguidores en Twitter con los que interactúo más que con mis propios amigos, esos de “toda la vida”. Y aun así, a algunos de ellos no los he visto jamás y con cierta dificultad lograría ponerles cara. Algunos de estos amigos desconocidos me han llegado a hacer favores que dudo haya sabido agradecer, pues esta media realidad dificulta medir el valor de esta ayuda que, sin duda, no es despreciable.

Y hasta aquí llegan mis palabras hoy. A los que no nos ha tocado tener una pandilla, hemos tenido la oportunidad de montarnos un entorno casi perfecto donde cada uno es especial y donde una servidora se siente también especial para ellos. Y eso es un placer.

One thought on “Consecuencias de no tener pandilla

  1. nunca tuve amigos y como está podrido el mundo tampoco los tendre en este tiempo, estar sola no es un castigo, me llueven los hombres feos, lindos, jóvenes, viejos, flacos o gordos, altos y bajos, europeos y yanquies o latinos u orientales, tengo para elegir a los más hermosos de entre ellos , tengo ese poder pero no quiero a nadie ni como amigo porque todos son unos sinvergüenzas, es algo que las mujeres deberían entender, y las minas resarpadas lo único que piensan es hacer maldades, yo se el castigo que se merecen y encima son de lo mas resentidas, socializo mas con los animales que con la gente, al menos a mis perras les hablo más de dos frases seguidas cuando encuentre alguien que merezca la pena entonces cambiare de opinion

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